Pablo Gonzalez

La perniciosidad de los evangélicos pentecostales de derecha en Guatemala


Lo hecho por Jimmy Morales con respecto a su disposición de trasladar la embajada de Guatemala a Jerusalén responde a ese viejo esquema de dominación pentecostal-capitalista, que más que espiritual, fueron los atisbos, el comienzo de lo que se venía para este país tan atormentado por locos y fanáticos de todo tipo.
Los mandamientos evangélicos de “Id por el mundo y predicad el evangelio” nunca fueron tan tergiversados por las políticas coyunturales como en Guatemala, no obstante, esto ocurrió en toda América Latina, donde las emergentes burguesías liberales, como nueva clase dirigente, se consolidaron durante la segunda mitad del siglo XX. 

Era una especie de ideario capitalista en cierne, con una gran afectación desde su nacimiento: la dependencia de las potencias capitalistas, como Inglaterra y luego, o casi al mismo tiempo, los Estados Unidos. No hubo aportes progresivos de las clases conservadoras latinoamericanas en el proceso general de las relaciones capitalistas de producción.

Aquí se dieron los pie juntillas, tanto para las derechas como con los comunistas nacionales, desprolijos de análisis propio, carencia introspectiva que por cierto se reflejaba en su lenguaje marxista, ritual-stalinista y su incondicionalidad a los jefes del partido, independiente de que fueran hombres honrados o malvados de espanto. La liberación de ese corsé ideológico tuvo lugar con iniciativas revolucionarias diferentes como las del Ejército Guerrillero de los Pobres, EGP, y la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas, ORPA. Los evangélicos, en otra esfera de la realidad, su realidad y verdad; son instrumentos efectivos de la dominación imperialista, nunca pudieron liberarse del pentecostalismo irracional.

Fueron los evangélicos invitados en el siglo pasado, en la década de los años 80, para asentarse como competidores ideológicos de la Iglesia Católica, a la sazón, dominadora y controladora no solo de esa forma de conciencia social entre los ciudadanos, sino también de la vida civil (la preeminencia del enlace religioso, por ejemplo, por encima de la figura del derecho civil como el matrimonio) y con gran presencia el catolicismo en la vida económica nacional, en su condición de prestadores de servicios y propietarios de bienes inmuebles urbanos y rurales y unidades agrícolas productivas, cuya voracidad les valió la confiscación de la Revolución Liberal. 

Los “invitados” por Justo Rufino Barrios para hacer la competencia a la Iglesia Católica, bajo la figura legal de la libertad de cultos, fue muy tomada en cuenta por los evangélicos que, ni lerdos ni perezosos, hicieron lo mismo que la burguesía católica: adquirir propiedades urbanas para sus templos y crear una amplia clientela con la aplicación inflexible y militante del diezmo, pero sobre todo, con una identificación ideológica extraterritorial: los Estados Unidos, donde las iglesias evangélicas y sus dirigentes impulsaron muy en serio la Misión Centroamericana, como todavía se le conoce a este tipo de iglesias evangélicas, las cuales se dispersaron por municipios y cabeceras departamentales con “misioneros”, todos ellos gringos.

Los guatemaltecos disfrutaban de este tipo de democracia burguesa competitiva y caían sin poder hacer nada al respecto, con ese cambio de fe; “de las brasas a las llamas”, de los brazos ásperos de Belcebú para caer en los brazos de Baal, El Señor de las Moscas, deidad por cierto de los palestinos, que competía con el hebreo Belcebú o Asmodeo, Señor de la Lujuria, y a quien culpaban los hebreos de las calenturas del rey Salomón. 

Estas iglesias evangélicas se asentaron sin ninguna timidez en todo el territorio nacional para coadyuvar a los típicos procesos de conquista: Justo Rufino Barrios venció a pura bala a los conservadores (conquista militar), confiscó bienes inmuebles urbanos y rurales y dinero en efectivo (conquista económica) e introdujo sectas evangélicas pentecostales ayudado por los Estados Unidos para no matar, pero si atarantar a millones de guatemaltecos desde entonces hasta en la actualidad (conquista ideológica).

Lo hecho, pues, por Jimmy Morales con respecto a su disposición de trasladar la embajada de Guatemala a Jerusalén responde a ese viejo esquema de dominación pentecostal-capitalista, que más que espiritual, fueron los atisbos, el comienzo de lo que se venía para este país tan atormentado por locos y fanáticos de todo tipo. 

Cristo sigue siendo la buena excusa y los evangelios la fundamentación de principios para cualquier acción vil. Las causas de la injusticia nunca podrán ser evangélicas o cristianas, porque el evangelio es una revelación filosófica de amor tan alta, como las revelaciones místicas de la música de Bach o Beethoven. 

No es posible ser civilizado y adherirnos descaradamente a la arbitrariedad que se comete contra los palestinos y tomarlo como el cumplimiento de las antiguas profecías del Pentateuco.

Se me hace que en esas decisiones no está la mano divina, si no los cascos gafos de Belecebú y Asmodeo, dos diablos cabrones que tienen dominado a Jimmy Morales y a sus seguidores y le canta el viejo corito: “El hombre que se emborracha por el poder y el dinero, Satanás lo zarandea”…

http://lacunadelsol-indigo.blogspot.com/2017/12/la-perniciosidad-de-los-evangelicos.html

Related Posts

Subscribe Our Newsletter