Pablo Gonzalez

Rusia quiere abandonar el Consejo de Europa

Crecen en Rusia las voces que se muestran partidarias de abandonar las instituciones europeas, lo cual pone de manifiesto que, a pesar de las acusaciones repetidas de vulneración de los derechos humanos, allá rigen las mismas normas jurídicas y tribunales que en cualquier otro país de la Unión Europea, por poner un ejemplo.


Mijail Yemelianov, primer vicepresidente del Comité Legislativo de la Duma (o Parlamento ruso) ha propuesto abandonar todas las instituciones del Consejo de Europa y crear una alternativa al Tribunal de Estrasburgo con el argumento de no ceder una parte de su soberanía “en beneficio de entidades supranacionales que están controladas por fuerzas hostiles a Rusia y que utilizan esas instituciones para presionar a Rusia”.

Yemelianov considera que las recientes sentencias del Tribunal de Estrasburgo están “politizadas” y son “antirusas”.

El diputado propone dos soluciones. La primera sería un equivalente al Tribunal de Estrasburgo en el bloque de los países BRICS (Brasil, Rusia, China, India y África del sur) que tendría una mayor garantía de objetividad, o bien abandonar pura y simplmente el Tribunal de Estrasburgo sin reemplazarlo por ningún otro.

Rusia fue condenada por el Tribunal de Estrasburgo por el Caso Navalny, el típico sujeto mimado por las potencias occidentales como recambio natural de los que tuvieron que salir por piernas de Rusia desde el fin de la etapa de Yeltsin, como Berezovsky y Jodorkovsky.

A los países occidentales no les gusta la corrupción en Rusia, pero también se lamentan de la lucha contra la corrupción. 

Lo mismo que sus predecesores, a Navalny le condenaron en 2013 por apropiarse de 400.000 euros de una empresa pública forestal en 2009. Tras recurrir, el Tribunal de Estrasburgo ordenó repetir el juicio y ha vuelto a ser condenado por otro tribunal por el mismo delito.

Es mucho más reciente la condena por homofobia en el Casco Bayev contra Rusia, un asunto de parecida factura al montaje de las “Pussy Riots”. 

Más o menos, en Rusia la homofobia está tan extendida entre la sociedad como en cualquier otro país, pero hay dos diferencias importantes:

a) en Rusia los movimientos gays aún no han logrado convertirse en grupos de presión, como en occidente

b) los políticos rusos aún no han aprendido a ser tan hipócritas como los occidentales y disimulan muy mal su animadversión

La consecuencia de ello es que en Rusia la homofobia es patente, mientras que en otros países, como España, es latente. Por eso en 2013 el Parlamento ruso aprobó una ley a destiempo, copiada de la que aprobó Gran Bretaña en 1988 y de la que están vigentes en 8 estados de Estados Unidos (contra las que nadie ha levantado un escándalo parecido).

No es una ley directa contra los homosexuales.

 Es lo que en los países anglosajones llaman “no promo homo” y sus defensores se justifican con la educación de los menores, sancionando con una multa administrativa la exhibición ante menores de “prácticas sexuales no tradicionales”.

Pero fíjense en la habilidad de los expertos en provocación: como la “propaganda homosexual ante menores” está prohibida, algunos movimientos gays se manifiestan en las proximidades de los colegios para incitar a la actuación de los antidisturbios y que las fotos puedan mostrar al mundo cómo en Rusia se reprime la homosexualidad.

Publicado por Resistencia Popular

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