Pablo Gonzalez

¿Qué pasaría si la unión europea se independizara de EE.UU.?

Toda la documentación existente comprueba, de modo fehaciente, que la Comunidad Europea es un feudo de EE.UU, es decir, no actúa sin su consentimiento y tiene una actitud complaciente en prácticamente todo lo que se le ordena desde ese país norteamericano.


Si los gobiernos alemán y francés, especialmente ahora que el Reino Unido sale de esta relación con el Brexit, tuvieran una posición autónoma, soberana, el mundo podría tener un minuto de tranquilidad bélica, pues todos los esfuerzos de la Casa Blanca por continuar las guerras no serían aceptados sin ninguna crítica por dichas administraciones.

El resultado sería una Europa más sólida, con relaciones internacionales de mayor equidad, luchando directamente contra el flagelo del terrorismo y cuyas directrices estarían en consonancia con la Humanización.

Pese a sus propias limitaciones, por lo menos se pensaría que la política de sanciones que causa estupor, daños y es provocada usualmente por la venganza, tendría que ser transformada radicalmente en diplomacia transparente y diálogo fructífero.

Sin embargo, ha pasado el tiempo en que Francia tenía un rey que se preciaba de su poder y un Napoleón que subrayaba el valor de lo francófilo, independientemente de la cultura libertaria en la Revolución; ha pasado el tiempo en que Alemania poseía un Bismarck que consolidaba su propia identidad germana; continúa el tiempo en que los ingleses, otrora flemáticos y orgullosos, siguen los dictados foráneos y se inclinan con obediencia extrema.

Cuando se conoce que sus gobiernos han sido espiados por el aliado principal y no hay reacción alguna, excepto quejas débiles e ineficientes, es claro que la dependencia política es casi absoluta.

¿Porqué no se toma en cuenta a otras naciones del concierto europeo?

 Las razones son básicas: no cuentan en las elecciones del bloque ya que la obligación es votar de acuerdo a lo que les indiquen y lo deben hacer sin actitud contestataria.

Es decir, poseen mínimo peso para proponer opciones diferentes y ser aceptadas, incluso cuando favorecen a la misma comunidad europea en la medida que no reciban el visto bueno externo.

Las supuestas contradicciones entre la UE (entendiendo las naciones mencionadas), y EE.UU., son menores frente a la obligación entregada a sus gobernantes para insistir en la política militarista, afectando a sus propias naciones.

Cabe mencionar como un argumento esencial que la Comunidad Europea arriesga a su territorio, a sus ciudadanos, en una clara actitud antipatrótica al aceptar que una confrontación que compete al Pentágono y las élites financiero-militar-industrial globales puedan ser trasladadas a dicho espacio donde niños, mujeres, hombres, ancianos, ciudades y campo, sufrirían las consecuencias devastadoras de una confrontación armada y posiblemente la Tercera Guerra Mundial, nuclear y definitiva. Estados Unidos no sería el epicentro, sino que los tributarios europeos.

La conclusión más importante e imposible de contradecir con argumentación válida es que Francia y Alemania siguen siendo gobiernos genuflexos del Pentágono y no han dado muestras de querer cambiar significativamente.

Ello se ha confirmado también por la escasa independencia de dichos mandatarios de la tutela estadounidense y, finalmente, parece ser que la soberanía ha sido conculcada.

El mundo digno y autónomo espera una reacción de altura en estas naciones, quedar en la historia como aquellas que, teniendo la cultura y poder para hacer de la paz una constante internacional, prefirieron asolar el planeta de conflictos artificialmente creados para favorecer a la Corporatocracia o conjunto complejo de las élites inequitativas.

Es tiempo propicio para levantar la mirada hidalgamente y comprometerse con la justeza y pacificación planetaria.

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