Pablo Gonzalez

A cien años de la toma de poder en Rusia: la necesaria organización comunista



Cada actividad que se pretende llevar a cabo requiere una organización de un tipo u otro, en función del objetivo. 

Nuestra sociedad rebosa organización: las múltiples propias del estado, desde la organización de la educación a la de la recaudación de impuestos; las privadas: deportivas, gastronómicas o de cualquier otro tipo… incontables e innumerables son. Incluso quienes están contra todo tipo de organización se organizan para enfrentarse a ellas. 

El ser humano, como ser social, no sólo vive en sociedad y se organiza en ella, sino que lo hace en distintas esferas de la vida con el resto de seres humanos, en función de sus necesidades o para la realización de unos determinados objetivos.

Quienes nos organizamos en Herri Gorri también lo hacemos por una actividad concreta, aunque en nuestro caso necesidades y objetivos se funden, haciéndonos más fuertes.

Nos organizamos porque somos bolcheviques, porque queremos desterrar la explotación del ser humano por el ser humano, porque queremos instaurar la dictadura del proletariado, acabar con el capitalismo y sus miserias: algo, además, posible, como otras/os hicieron y demostraron antes que nosotras/os en 1917. 

Nuestra actividad pretende desterrar de la faz de la tierra la sociedad burguesa. Esa actividad revolucionaria exige una organización revolucionaria, acorde a su objetivo.

En nuestro caso, además, hemos señalado que nos organizamos por necesidad y por un objetivo político: por necesidad, porque somos clase obrera –nada más, nada menos: sólo nos caracteriza el hecho de haber alcanzado un cierto grado de conciencia de la sociedad en la que vivimos y del papel que ocupamos en las relaciones de producción- y, como clase obrera que somos, necesitamos construir una sociedad propia, nuestra.

 No queremos vivir en la sociedad burguesa, bajo sus reglas y principios que nos son ajenos y nos resultan impuestos. 

Y es, además de necesidad, un objetivo por el cual luchamos, pues es una elección que tomamos: conscientes de quiénes somos elegimos comprometernos con nuestra clase y destinar nuestra vida y nuestros esfuerzos, nuestro tiempo y nuestra energía, a la lucha del proletariado.

Alguien podría pensar que la necesidad de la organización ha sido superada por la historia: hace un siglo de la toma del poder en Rusia y, ciertamente, muchas cosas han cambiado. 

Mas la cuestión esencial no ha cambiado un ápice, y si lo ha hecho no ha sido para retroceder o diluirse, sino para agudizarse: el enfrentamiento entre súbditas/os rusas/os con el capital imperialista de la oligarquía zarista, con sus diferencias, tiene la misma esencia que el enfrentamiento entre súbditas/os vascas/os con el capital imperialista de la oligarquía borbónica: la contradicción capital trabajo.

Por lo tanto, no es nuestra subjetividad la que nos hace en base a determinadas ideas decir que la organización revolucionaria es necesaria, sino la constatación de la realidad material, la constatación de que hoy y 1917 sufren la misma contradicción esencial. 

No es la misma la sociedad: ni el grado de alfabetismo, ni el desarrollo del estado, ni el desarrollo de las tecnologías que de manera omnipotente moldean nuestra cotidianidad. Los ropajes son otros, ciertamente. 

El escenario ruso de 1917 poco tiene que ver con el de Euskal Herria en la actualidad. Pero lo que hay detrás de todo ello sigue siendo, es, la lucha de clases. 

Al fin y al cabo vivimos en una sociedad capitalista, y como sociedad capitalista sufre las contradicciones del capitalismo: y este, como nuestro escenario y nuestros ropajes, tampoco es, en apariencia, el mismo en la Euskal Herria de 2017 que en la Rusia de 1917. 

Pero tras la apariencia surge el monstruo, mil veces negado: los enfrentamientos entre los distintos sectores del bloque dominante, la tendencia a la acumulación y centralización del capital, la proletarización de sectores de la pequeña burguesía, la división de la clase trabajadora… y el paro y el hambre y la explotación.

Como vigente es la sociedad burguesa vigente es la necesidad de derrocarla y vigente es la herramienta: la organización bolchevique. 

Pero nos detendremos en un punto cardinal que ya hemos mencionado: el desarrollo de las tecnologías.

 Esta cuestión es de máximo interés y aunque merece ser tratada en mayor profundidad hemos de esbozar de manera sintetizada las líneas de nuestro planteamiento: el desarrollo de la tecnología, y en lo concreto de internet y de las llamadas redes sociales, han modificado sustancialmente nuestra forma de vida. Negarlo sería de necios. 

Entendemos que no todo el mundo tiene una conexión a internet, y mucho menos tiene un perfil en alguna de las muy conocidas redes sociales, pero no hay más que subir al metro, cualquier día a cualquier hora, para observar a decenas de personas mirando fijamente las pantallas de sus dispositivos electrónicos. 

Esto tiene elementos positivos: tú nos estás leyendo porque te enviaron un correo electrónico con este documento, porque has pinchado el enlace de nuestro perfil en una red social, porque has pasado por nuestro espacio en la nube o… de una u otra forma este escrito ha llegado hasta ti o tú has llegado hasta él. 

Ahora bien, es necesario ser consciente de que el mundo virtual no es la realidad y hay textos de Herri Gorri que deben ser repartidos en polígonos industriales, universidades, centros de salud… en la calle: porque ahí es donde está nuestra clase –nuestra clase que es, no lo olvidemos, el sujeto llamado a llevar a cabo la revolución: la organización es sólo un instrumento para tal fin-, aunque esté mirando una pantallita y tropecemos. 

Quizá incluso este texto debieras encontrarlo por escrito aquí o allá. En cualquier caso, confundir la militancia con poner unos cuantos mensajes en el ciberespacio es infantil y estúpido, es reducir la lucha de clases a un juego de rol. 

Es como si las/os bolcheviques se hubiesen dedicado a poner frases en los baños de los bares en lugar de organizarse y enfrentar la realidad.

Además, las redes sociales ensalzan el individualismo: no se trata de enfrentar la sociedad, sino de que tu ego y tus mensajes sean reenviados y leídos por cientos o miles. 

Frente a esa realidad la figura del colectivo organizado, la figura de la organización revolucionaria, cobra renovada importancia y se convierte en un eje capaz de sostenerse en el tiempo y construir sobre la base de la confianza y de la lucha, algo que jamás existirá en el mundo virtual. 

Es este elemento, la perdurabilidad de la organización frente al efímero mundo virtual, uno de los elementos que hacen imprensidible la organización: ¿cómo si no transmitir las enseñas? ¿Cómo si no construir un pensamiento colectivo frente al poder? 

El hilo rojo de la historia pende de un hilo: ya sabemos que el pensamiento de la sociedad es reflejo de la ideología de la clase dominante, y en la sociedad burguesa sólo la existencia de las organizaciones, la existencia de bolcheviques organizadas y organizados puede asegurar que el hilo rojo no se romperá, que la sangre vertida en la historia, que las horas y días y semanas y meses y años de prisiones y aislamientos, que las torturas y el exilio, que las enseñanzas históricas, nuestras enseñanzas que forjan nuestro carácter y nos hacen intervenir de una u otra manera en la lucha de clases, no se perderán.

Que la organización debe adaptarse a la nueva realidad es un hecho. Es un hecho que Herri Gorri está en el ciberespacio, pero no tendrá –ni tiene- ahí la batalla esencial por emancipar a la clase trabajadora. Es un hecho que la organización de las/os revolucionarias/os rusas/os y, en lo fundamental la organización de Lenin fue dialéctica: la organización leninista nunca fue algo acabado. 

Cada poco la organización conseguía ganar un puñado de militantes, cada poco cambiaba la realidad y era necesario adaptar la organización a la legalidad o a la clandestinidad, la represión que siguió a 1905 esquilmó al partido… entonces el problema dejaron de ser las escisiones y se sitúo en mantener un núcleo que fuese capaz de capear el temporal, y tras 1917 el partido dejó de ser de vanguardia y se convirtió en una organización de masas: para Lenin el partido nunca estuvo acabado, no se podía coger un manual y señalar las características del partido y construirlo en la abstracción: independientemente de la base social, de la militancia, del grado de desarrollo teórico y orgánico y de la coyuntura histórica.

Nuestra enorme tarea hoy comienza, como comenzó a fines del siglo XIX para Lenin, por construir la organización que necesita nuestra clase en este momento concreto de la historia: ningún objetivo político es realista sin la organización necesaria para conseguirlo.


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Publicado por Odio de Clase

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